EL SIMBOLISMO

Una de las preocupaciones principales de la F.H.D.C.J. es apartar las ideas que contienen diversos sectores espiritualistas sobre las bases equívocas o ciertas, y que en todo momento se utilizan para desunir a los hijos de un mismo Dios; y hay religiones que piensan que las otras están erradas y por esa causa censuran fuertemente a sus adeptos por entrar en los templos o círculos de estudios espirituales. En nuestra libre manera de expresarnos, defendemos los sagrados principios de todas las religiones, demostrando así el respeto por aquello que se esconde detrás de los Símbolos.

Los grandes Instructores (según manifestado por los hindúes, por los budistas y por algunos religiólogos tales como los teosofistas) constituyen una perenne FRATERNIDAD de hombres que se han elevado por encima de la humanidad, que aparecen en ciertas épocas para iluminar al mundo y que son los custodios espirituales de la raza humana. Por lo anterior, resumimos que, "Las religiones son ramas de un tronco común: La sabiduría Divina."

Los símbolos en apariencia más simple guardan profundas verdades, una enseñanza especial, una Tradición que respetar y lecciones que extraer. Los símbolos son libros abiertos que permanentemente nos recalcan mensajes que debemos estudiar y dilucidar por medio de la Meditación. Por esto decimos que: " En los planos superiores aprender es ver. En el plano físico aprender es acordarse" Todos los libros sagrados del mundo antiguo, la tradición Iniciática y el conocimiento verdadero ocultan un profundo sentido simbólico que se descifra con claves. Las claves se encuentran: a) en el simbolismo egipcio; b) en todas las religiones del antiguo ciclo; c) en la síntesis de la doctrina de los Iniciados, tal como resulta de la comparación de la enseñanza esotérica desde la India Védica hasta los Iniciados Cristianos de los primeros siglos.

Los sacerdotes egipcios, dicen los autores griegos, tenían tres maneras de expresar su pensamiento. La primera era clara y simple, la segunda simbólica y figurada y la tercera sagrada y jeroglífica. La misma palabra tomaba según su conveniencia, un sentido propio, figurado o trascendente. En las antiguas ciencias teogónicas y cosmogónicas, los sacerdotes egipcios emplearon siempre la tercera forma. Esta manera de escribir enigmática y concentrada, se basaba sobre un principio fundamental de la doctrina de Hermes, según la cual una misma ley rige el mundo físico, el mundo espiritual y el mundo Divino, " Como arriba es abajo; como abajo es arriba." Este lenguaje, de una concisión prodigiosa, ininteligible para el profano, era de una singular elocuencia para el adepto, pues por medio de un solo signo evocaba los principios, las causas y los efectos que de la Divinidad irradian sobre la naturaleza. Gracias a este medio de expresión, el adepto abrazaba los tres mundos con una sola mirada.

El Divino Maestro Jesús dio una enseñanza pública y moral es evidente que dio también, simultáneamente con ella, una enseñanza íntima a sus discípulos, enseñanza paralela y explicativa de la primera, que mostraba su lado oculto y penetraba hasta el fondo de las verdades espirituales.

Las palabras del Divino Maestro mismo son claras y definidas y fueron haciendo referencia a la enseñanza secreta conservada por los cristianos en los primeros siglos." Y cuando estuvo solo, los que estaban cerca de Él con los doce, le preguntaron sobre la parábola. Y Él les dijo: A vosotros es dado saber el misterio del reino de Dios; mas a los que están fuera, todas las cosas se las comunico por parábolas." Y más adelante: " con muchas de estas parábolas les habla la palabra, conforme a lo que podían oír. Y sin parábola no les hablaba; y cuando estaban solos, Él explicaba todas las cosas a los discípulos". (Marcos, 4. 10–11–33–34). (Mateo, 13. 10 - 16) y (Lucas, 8. 10.)

El Divino Maestro insistía a sus discípulos no profanar las cosas santas, (Mateo, 7. 6) "No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que los pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen".

Los Instructores Superiores (Maestros) insisten en la necesidad de conservar ciertas enseñanzas ocultas para aquellos que moralmente no están aún evolucionados. Ellos desean darlas a los que están dispuestos a aceptar los instructores que pueden comunicar semejantes conocimientos. Ellos desean darlas a los que están dispuestos a emplear los poderes que confieran, en pro del bien general, para apresurar la evolución humana, pero se retraen de comunicarlas a quienes las habrían de aplicar en su propio engrandecimiento y a costa de los demás.

Sólo con las antiguas restricciones podrá el verdadero conocimiento formar de nuevo parte de las enseñanzas espirituales; la idea de rebajarse al nivel de la capacidad de los menos desarrollados, tiene que ser definitivamente abandonada. Para restaurar los conocimientos ocultos hay que dar enseñanzas que están por encima del entendimiento de los pocos evolucionados, y empezar por el estudio de los Misterios Menores antes de proceder al de los Mayores. Los Mayores jamás serán dados a los medios de comunicación; sólo pueden comunicarse por el Maestro al discípulo "de la boca al oído". Pero los Misterios Menores, revelación parcial de profundas verdades, pueden restablecerse desde ahora por medio de instrucciones que la F.H .D.C.J. da por escrito y oralmente, donde se bosqueja la naturaleza de las enseñanzas que hay que profundizar.

Donde sólo se hacen alusiones; la meditación tranquila sobre las verdades que se les entrega hará visibles sus contornos, proporcionando al continuado pensar una luz mayor que las mostrará gradualmente, más y más claras.

La meditación aquieta la mente inferior siempre ocupada en objetos externos; sólo cuando la mente inferior está en reposo, puede ser iluminada por el Espíritu. El conocimiento de las verdades espirituales debe obtenerse de dentro y no de fuera del Espíritu divino, cuyo templo somos, (I Corintios,3. 16) y no de instructores externos.

Estas cosas son "discernidas espiritualmente" por el Espíritu que mora en lo íntimo, por esa "Mente de Cristo" de que habla el apóstol (I Cor 2. 14-16) por esa luz interna que se vierte sobre la mente inferior.

En los versos dorados de Lysis, discípulo de Pitágoras, expresa esta verdad bajo un velo:

Verás cómo los males que a los hombres devoran
De su elección son fruto, y que esos desdichados
Buscan fuera de sí los bienes que en sí tienen.

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